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Otro curso nuevecito y lleno de posibilidades (más reflexiones de una #aprendizadedire)





No parece muy original comenzar un post con un topicazo de los más corrientes, pero, a la hora de escribir esta reflexión/autoevaluación, un tópico es, me temo, lo primero que se me viene a la cabeza (y yo tengo a mi cabeza en gran estima).


¡Cómo pasa el tiempo! Parece que fue ayer cuando, recién caída la gigantesca nevada de Filomena, el 8 de enero tomé posesión de mi cargo como Directora del CEIP Mirasierra. Era una situación excepcional. Sin duda. Era excepcional porque lo habitual hubiera sido asumir el cargo en septiembre, y no en enero. Pero también fue excepcional, porque asumí un colegio cerrado a cal y canto con 60 centímetros de nieve que no sabía cómo quitar, y con un montón de decisiones de carácter urgente para las que no me había preparado.


Pero, efectivamente, el tiempo pasa muy rápido. Y aquí estoy, liderando el mando por tercer año. Entenderás lector, que, aunque efectivamente el reloj es imparable, lo que se aprende no le anda a la zaga, y la cantidad de conocimientos desde aquel dichoso mes de enero, se han multiplicado por dos o tres millones. El objetivo de este post es hacer aquí una reflexión sobre esta trayectoria: lo aprendido, lo olvidado, los aciertos, los errores y, sobre todo, lo que todo esto me ha supuesto a mi, como la persona humana y docente que soy, aspectos ambos, inseparables.


Recuerdo cuando decidí hacer el curso que me habilitaba para la función directiva. Recuerdo claramente los motivos. Y recuerdo que durante un tiempo (corto, no mucho), cuando contaba a mi entorno de amigos que "iba a habilitarme para ser jefa", le ponía la coletilla de "más que ser directora, lo que quiero es saber bien los entresijos de un cole, saber qué podemos o no exigir..." ; En serio. Ahora que lo pienso, creo que hasta me daba cierto reparo reconocer el porqué real de tomar ese camino. Así que contaba lo que NO era cierto. Lo cierto es que hice la habilitación porque quería dirigir un centro. Porque durante toda mi carrera docente he ido poniendo en marcha sistemáticamente iniciativas que se han quedado en agua de borrajas, o que no han fructificado porque no había un apoyo del ED (legítimo, por supuesto, mis iniciativas no tienen que ser las mejores...), porque mi forma de pensar cómo debían ser las cosas en el centro, en el equipo de ciclo, en el proyecto educativo... era una considerable inversión de energía, que mayoría de las veces no daba fruto.


Ojo, no quiero decir con esto que no hubiera proyectos educativos magníficos allá donde he estado destinada. En absoluto. Es solo que, yo pensaba de otra forma, que consideraba más acertada. En consecuencia, la solución era evidente: liderar un centro sería la forma de conseguirlo. ¿Ambicioso verdad? Pues si. Ambicioso. Porque a estas alturas de mi vida, no tengo ningún problema en definirme como ambiciosa ( característica esta muy mal vista entre las féminas.. menos mal que evolucionamos).


Y aquí va otro tópico: cuidado con lo que deseas. Pues tal cual oye. Una vez conseguido,... me empiezo a dar de bruces con muchos muchos frentes... empezando por la mismísima Filomena y su gigantesca nevada, a recordarme que la tierra existe y que mis pies están ella: un conserje que no aparece, llaves que no sé dónde están. Tuberías que se rompen y provocan que los vecinos llamen a mi casa (cosas de vivir y trabajar en el mismo barrio). ¿Cómo saber a quién llamar para arreglar una tubería, que no es el mismo al que se llama para el patio, que no es el mismo al que se llama para las luces, que no es el mismo que se llama para el tejado...?


Mi antecesora en el cargo me estuvo enseñando "los trucos del oficio", tres horas a la semana durante todo el mes anterior a su cese. Tres horas a la semana eran las que yo podía salir de mi aula. No había más. No fueron suficientes. El correo se me llenó de nombres, empresas, remitentes desconocidos y mensajes difíciles de organizar. Bendito chat de directores que me ayudaron mucho, mientras ellos mismos solucionaban los desastres de Filomena en sus propios centros.


Y llegó el siguiente inicio de curso (esta vez, inicio de verdad, de los de septiembre). Y entonces surgió otro problema muy gordo que parecía lo peor. ACCEDEs que no llegaban porque la adjudicataria no nos servía. Acuerdo Marco de comedores (¿Qué demonios es un acuerdo marco y cómo se hace eso?), programas para hacer horarios, tan potentes que no hay por dónde cogerlos... y reclamaciones de familias que no reciben ACCEDE, o que han colocado a su hijo en una clase donde no tiene amigos. Ahora esto no me parece importante: es lo típico de cada inicio de curso. Es genial. Lo que entonces me quitaba horas de sueño, es ahora predecible, y por tanto, solucionable. La experiencia es un grado cuando la responsabilidad es tanta. Pero también es un grado a la hora de otorgar la importancia justa a protestas, reclamaciones, y hasta alguna que otra palabra poco cortés derivada de decisiones que no siempre se pueden adaptar a los deseos individuales de una comunidad educativa.

Estos dos años han sido de un aprendizaje bárbaro. Se aprende mucho de gestión, mucho de organización, mucho de liderazgo, mucho de el efecto de mis decisiones (el efecto dominó le llamó yo). Mucho de control emocional. Mucho de organización del tiempo. Mucho de analizar consecuencias... Una comunidad educativa como la mía es un sistema complejo en el que interactúan muchos colectivos, de características y dinámicas diversas y hasta dispares, pero que tienen un objetivo común: conseguir la mejor educación para nuestros futuros miembros de la sociedad. Y este sistema complejo está liderado por los directores. Por mi. Por mi y por mi equipo. Os aseguro que la palabra "resiliencia" toma aquí un significado completamente diferente, directamente relacionado con el nivel de responsabilidad que se ostenta.


Y es hermoso ver cómo , cada inicio de curso, cuando surgen los problemas, cuando se escuchan cosas como.. jamás había ocurrido esto, nunca nos habíamos tenido que enfrentar... yo se qué no es verdad. Es que este trabajo es así, y se que se puede hacer frente a un inicio de curso, con la ilusión de tener días y días por delante, nuevecitos, preparados para ser llenados con las programaciones que, cada año nos animan a superar las del curso pasado, a crear, a colaborar... A disfrutar de este maravilloso oficio.


Y si. También hay cosas menos hermosas: algún tirón de orejas de la inspección, algún plazo no cumplido porque el día no tiene a veces las suficientes horas, y lo peor, los conflictos de convivencia que parece que nunca terminan, y que duelen.. por lo que implican, por lo que enfrentan... Reconozco que estos aún me quitan horas de sueño. Pero el vaso está medio lleno: son muchos los que hemos evitado; muchos más de los que hayan surgido. Porque los que se evitan, son los que no se ven, porque no han ocurrido.































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