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El cumpleaños de Vivaldi. ¿Qué cuento le ponemos a esta música?


Hoy, 4 de marzo, "cumpleaños" de Vivaldi, el cura pelirrojillo de los Clásicos populares de las tardes de radio de mi infancia (hace ya un trillón de años). ¡Cómo no aprovechar la oportunidad! Afortunados somos los maestros de Infantil, que no estamos sujetos a sesiones estrictas de 45 minutos, y podemos hacer y deshacer el horario con relativa facilidad. Dado que esta mañana había resultado productiva y provechosa, decidí dedicar la tarde a la música, añadiéndole un plus creativo.

El objetivo de la actividad, además de un acercamiento a Vivaldi, es imaginar y reconocer el mismo sentimiento en dos formatos diferentes: música y literatura. Y no es que yo sea muy de inteligencias múltiples o de neurociencia. Prefiero pensar que soy más del sentido común que se deriva de mi experiencia: cuantos más elementos diferenciadores use para conseguir un aprendizaje, más profundo será éste, y más fácil de extrapolar a entornos diferentes a aquel en el que se adquirió.

Manos a la obra, pues. Me salté alegremente mi planificación semanal, (ojo, que yo también programo mis clases a conciencia, ... no sea que este escrito acabe cayendo en manos de mi Inspector...) y decidí sacarle partido al aniversario de Don Antonio. Seleccioné el conocido Concierto en do mayor para mandolina, RV 425 (recordáis la banda sonora de Kramer contra Kramer, hace... un trillón de años). El Barroco nos da mucho juego a las que trabajamos con niños pequeños. Esos allegros tan característicos son una forma muy estimulante para poner en activo a los alumnos (al menos a los míos).

La primera audición fue tal cual. Les preparé para que escucharan (con la cabeza de pensar, como yo digo). Sólo escuchamos. No hubo imagen. El primer alegro, el más conocido. Siete minutos. Acaba la pieza y les pregunto si les ha parecido triste o alegre. Hete aquí que Mateo (peculiar, malote, adorable...) me dice que... triste. Mateo acaba de tener una pelea en el patio con otro de mis peques que discutían sobre la propiedad de un Superzings, una de esas tantas colecciones de cachivaches que nos toca sufrir (un clásico durante tooooda mi carrera profesional). Y no estaba para músicas. Pero claro. Esta es de todo menos una pieza triste. Así que le pongo de nuevo la pieza, pero esta vez, con vídeo. Con este vídeo, concretamente:

Mateo de hecho, ha empezado a mover la cabeza al ritmo de la mandolina, y parece haberse olvidado del dichoso muñequito.

Visto el vídeo, vuelvo a preguntar si la canción es triste o alegre. Respuesta unánime: es alegre.

Y a continuación, viene lo difícil. ¿Por qué crees que es alegre? (transcripción literal, casi..)

- Porque el señor se ríe

- Están bailando detrás

- Va muy rápido y no "molesta"

¿Cómo que no molesta? -Es que a veces las músicas rápidas me molestan... Esta no

(es lo que decía antes de los allegros barrocos y los peques. No se por qué. No tengo tantos conocimientos musicales. Pero el caso es que funciona)

- A Adrián se le estaban moviendo los pies

- Y a Itzíar...

- Y a Gabriel la cabeza

- Samuel estaba haciendo cosas con los brazos

- Por que si fuera triste no tienes ganas de mover nada.... (Este es todo un resumen de sabiduría infantil ¿Cabe expresar la tristeza de forma más clara y simple?)

Analizada ya la pieza y lo que nos hace sentir, vamos a la parte literaria. Les planteo la siguiente cuestión: ¿Qué cuento le ponemos a esta música?. Siempre que les hago estas preguntas, les advierto que antes de levantar la mano para responder (cosa que tienden a hacer antes incluso de saber qué voy a preguntar.... la impulsividad infantil... ya se sabe), les pido que piensen un ratito, con los ojos cerrados, en los cuentos que leemos en clase... antes de responder.

Y así fue. Pasado el plazo de reflexión, surgió un candidato: "Contemos cinco ranas"

Seguramente mis colegas de infantil lo conocen. Pero si no es el caso, este es un cuento de esos que parecen absurdos al adulto. A mi me parece un libro genial. Es de esos interactivos que invita a participar en la lectura. Y el argumento es de una simpleza que roza el absurdo, pero tan bien planteado, con ese delicioso narrador que va sufriendo lo indecible porque intenta contar cinco ranas, y no tiene más que un problema detrás de otro, gracias a un pollo advenedizo y a una rana tardona. Cada vez que lo cuento estallan en carcajadas. Cada vez que lo cuento, les surgen nuevas ideas sobre el problema del protagonista, y del por qué de las cosas.

¿Y por qué este libro?, les pregunto (vuelvo a transcribir):

- También es muy rápido, como la canción

- En la canción también hay saltos de rana (y aquí mi genial alumna hace bum bum con la mano, imitando el ritmo de la pieza)

- Siii. Es de saltos de rana...La canción es de risa y las ranas también son de risa...

Y esta última apreciación de mis chicos fue el colofón de la actividad: risas musicales y risas literarias.

Identificado ese estado de alegría, gracias a canción+cuento, ¿qué tal si ahora le damos un poco de trabajo a la imaginación? Cuando una lleva tanto tiempo como yo trabajando con niños sabe perfectamente, que todo aquello que emociona, todo aquello que tiene sentimientos de por medio, se aprende mejor y deja una huella más clara. Es por tanto, el momento de poner a trabajar la parte creativa de la cabeza, y la del lenguaje, y la de la lógica del pensamiento.

Vuelven las preguntas. Esta vez se las planteo yo:

- ¿Por qué querría alguien contar cinco ranas...?

- ¿No podría contar cinco pollos? ¿Dónde estaba el pollo? ¿Por qué no quiere la rana 6 ponerse en quinto lugar?....

Obviamente, dada la edad de mis alumnos, estas preguntas sólo las responden el primero que habla. Después el asunto se va por las ramas, la creatividad manda,.. las historias se mezclan... hay que cortar porque nos vamos a casa...

¿Creéis que este audio que recoge la tertulia, hubiera sido posible sin Vivaldi y sin las ranas? Yo creo que no.

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