La dichosa zona de confort

Para nosotros los docentes, el fin de curso se parece mucho al fin de año (al del calendario, claro). Se acaba, y una se hace esa autoevaluación/conclusión, en la que se analizan las circunstancias que nos tocaron y las decisiones a las que dieron lugar.

Pues bien, después un curso truculento e intenso, con cambios drásticos y sorpresas más o menos desagradables, vienen las decisiones. Decido pues, cambiar de centro, y consigo el traslado al destino que deseaba. Mi amiga P., que se parece a mí en carácter y en circunstancias, también se va, y también al destino que quería. ¡¡Genial!! Doble celebración. Pero.., después vienen las sorpresas. Nuestra amiga común H. antigua compañera, se hace de cruces con la decisión de Pilar ¿Cómo es posible qué teniendo el colegio al lado de casa, te quieras ir a uno tan lejos? ¡Te estás equivocando! .

A través de mi amiga C., que conoce a compañeras de mi futuro centro, me llega el comentario de ¿Pero por qué se cambia? ¡Si lleva ya mucho tiempo en ese cole!.

Sólo son dos ejemplos, pero al comentar el cambio en otros entornos de profes, la reacción ha sido similar. En primer lugar, sorpresa (" ¿Ah si? ¿Te vas del cole?); después, curiosidad (¿Y por qué? ¿Si ya llevabas allí muchos años?); y, en tercer lugar, la pregunta inevitable (¿Es que ha pasado algo?).

Analizando esta proceso, llego a la siguiente conclusión: si eres funcionario definitivo y ya te has estabilizado durante varios años (10 en mi caso), el hecho de que te cambies de colegio responde, casi con un 90% de certeza, a que en el colegio ha habido algún tipo de situación que te ha disgustado.

Y resulta que en mi caso si ha sido así. Y me doy cuenta de que tenía que haberme ido hace ya mucho tiempo. He caído en las redes de la dichosa zona de confort.

Ojo; no se trata ni del centro ni de los compañeros. Y desde luego, puede que yo sea un caso entre muchos: conozco a mucha gente definitiva que pasa muchos más años en el mismo destino, y tan a gusto. Es respetable y genial.

Pero desde luego, no es mi perfil. Haciendo un resumen de estos años, en el periodo que ahora termina, he sacado adelante a dos promociones y media (en mi ciclo de E. Infantil), he iniciado al menos cuatro proyectos TIC, he iniciado y continuado el cambio y modernización de la infraestructura tecnológica del colegio, he arreglado los problemas técnicos de mis compañeros durante muchos años ... Y todavía me quedaban ganas de seguir haciendo más cosas, más innovaciones, más proyectos que siempre están cociéndose en mi cabeza hiperactiva. El caso es que yo siempre he sido uno de esos dieciséis peces que cambian el sentido del banco de peces (palabras de mi admirado Alfredo Hernando). Pero encontrar a los otros quince me ha resultado imposible. Porque, después de unos años de horas y horas invertidas (y no hablo de las 7 horas y media que tenemos de jornada), ningunos de mis proyectos ha salido adelante a nivel de centro. Volvemos a la dichosa zona de confort: diez años sin conseguir nungún resultado.

Al final, lo que me llevo de mi centro son un montón de amigas fantásticas que, afortunadamente, seguiré viendo con frecuencia, y un montón de niños a los que querer, y que estoy segura me llevarán en su recuerdo como su primera profe. Y eso me llena de satisfacción. Pero no hay fruto en todos los proyectos que he iniciado. El colegio no me ha seguido. Creo que no soy el pez adecuado para esta pecera. Seguramente llegará otro pez que si se adapte mejor, y consiga que mi ya ex-colegio, se mueva un poquito más.

Y desde luego, ese cambio al que antes aludía, ese "conflicto" en mi colegio, ha sido muy, en definitiva, muy positivo. Ha animado a un sólo pez (o "peza" en mi caso), a salir de la dichosa zona de confort.

Y mi amiga C., con el acertado criterio que le caracteriza, cuando le preguntan por mi marcha, responde: necesita un cambio.

Y dio en el clavo.

"Atrévete a soñar"